Perseo corrió a liberar a su madre y a Dictis, su fiel protector. Salvados del tirano , los habitantes de la isla de Sérifos quisieron que Perseo reinara en su lugar.
-No- les respondió-. El único trono legítimo que tengo el derecho de reivindicar es el de Argos, mi patria. Allí regresaré.
El rumor de las hazañas del hijo de Dánae había llegado hasta Acrisio: ¡entonces su hija y su nieto habían sobrevivido! Para escapar de la profecía, Acrisio huyó y se exilió en la ciudad de Larisa; le importaba menos su trono que su vida.
Fue entonces cuando Perseo llegó a Argos y, en ausencia de su abuelo, reinó. Una noche, se le apareció Atenea. El héroe se inclinó ante la diosa; le devolvió su escudo y la bolsa.
-Contiene la cabeza de Medusa. ¿Quién mejor que tú podría usarla, ya que eres a la vez la diosa de la guerra y de la sabiduría?
-Acepto tu regalo, Perseo, y te lo agradezco.
Atenea tomó la cabellera de serpientes y la aplicó sobre el escudo que había permitido engañar a la gorgona.
Desde entonces, la cabeza de Medusa adorna el escudo de Atenea.
Mientras tanto, en Larisa, el rey de la ciudad acababa de organizar juegos. Aún en el exilio, Acrisio, el padre de Dánae, concurrió a las arenas para asistir a ellos. Se sentó en la primera fila. Enseguida se sintió intrigado por un joven atleta que, antes de lanzar un disco, quería a toda costa retroceder hasta el fondo del estadio.
-¿Qué teme?- preguntó Acrisio encogiéndose de hombros.
-Teme lanzar el disco demasiado lejos- le explicó su vecino- , y lastimar así a algún espectador.
Acrisio sonrió ante la pretensión del atleta.
-¿Quién es para creerse tan fuerte?
-Es el nieto del antiguo rey de Argos. Su nombre es Perseo.
Con sorpresa y espanto, Acrisio se levantó de su grada. Pero allá, en el otro extremo del estadio, el atleta acababa de lanzar el disco... El proyectil voló hasta las primeras filas; se abatió sobre la cabeza de Acrisio, que cayó muerto instantáneamente.
Así el héroe Perseo mató a su abuelo, por accidente.
Sin consuelo por el acto, fue reconfortado por Dánae.
-Hijo mío- afirmó-, tú no eres responsable. Nadie escapa a su destino. El tuyo es glorioso. ¿Y quién sabe su tus hijos no realizarán hazañas aún más espectaculares que las tuyas?
Dánae no se equivocaba: con su esposa, la bella Andrómeda, Perseo habría de tener una numerosa descendencia. Una de sus nietas, Aclmena, sería incluso, como Dánae, amante de Zeus. Y de esa unión de una mortal y un dios habría de nacer entonces el mayor y más célebre de los héroes: Hércules. (Es el nombre latino de Heacles. Lo empleamos aquí porque es el más popular) .
FIN